
¡Qué bien besabas!
Pero el último beso,
aquel que no me diste,
me rompió el corazón.
No te perdono la ausencia.
No perdono tu olvido.
Y mucho menos
aquel desolado adiós.
La tarde lluviosa,
tu espalda recorriendo
el oscuro andén.
No me querías.
Yo no lo dije y callé.
Volvía a perder el tren.