Te convertí en musaraña para hacerte pequeño…
¡Y me paso el día pensando en ellas!
Te convertí en musaraña para hacerte pequeño…
¡Y me paso el día pensando en ellas!
Tal vez no eras, tal vez no fui,
si pensabas en ella cuando pensabas en mí.
Nos sobraron tantos miedos, nos faltó un simple sí.
Cuando te fuiste, cuando me fui
y me alejé de tu lado,
de mi uno entre mil.
Tal vez sí que fuiste y te dejé partir.
Y tú, simplemente, me dejaste ir.
Sólo tienes que abrir tus labios y dejarlos posar en ellos.
A los que amé y no me quisieron.
A los que pude adorar y me perdieron.
Los que me hicieron partir de nunca jamás,
variando el rumbo,
rolando el viento,
dejando en mi vida pasados de marea y cierzo.
Me faltó tiempo y me sobraron sombras, teñidas de duelos.
A los que amé y me dejaron caer, cerrando las puertas,
abriendo silencios.
Se fueron con los besos dados,
se llevaron los abrazos muertos.
A los que amé, a todos ellos,
les dejo mis huellas,
les doy mi recuerdo.
Cuánto me hubiera gustado escribirte, llamarte, hablarte.
Tengo tanto que contarte.
Tantas cosas.
Decirte, tocarte, escucharte…
Que me abraces, que me beses, arrugarme, acurrucarme,
descansar entre tus brazos,
que me consueles y me seques las lágrimas…
Pero no es posible.
Por eso, perdona si no te llamo, amor.
Desde que se mudó a un cuarto de luna sin ascensor su letra se ha vuelto más redondilla.
Gira las vocales de su nombre como ruedas de molino, de las de hacerte comulgar.
Y hace de la tristeza rosquillas, de las que son de mojar.
Cuando te pienso te encuentro tan lejano, tan ajeno.
Como ves sigo caminando en soledad.
Así me encontraste un día y así continuo.
Creyéndome a salvo y protegida bajo la tela de un pequeño paraguas.
Avanzando siempre con el viento en contra se hace duro hasta soñar.